Hoy me veo en el espejo y no soy yo. Hoy
mis ojos están vacíos, huecos, sin luz. Hoy no brillo. Y me doy cuenta, claro
que me doy cuenta de todo lo que soy, todo lo que implica el hoy. Y me duele
ver cómo se me desmoronan las ideas, las ganas, cómo se desmorona mi sentir.
Y se cae a pedazos la pantalla, y no me
molesto en recoger los pedazos, en unirlos. Los veo desprenderse de mí y caer a
un abismo que desconozco. Y no hago nada, observo mientras me deshago del
idealismo. ¿Y qué soy yo sino idealista? ¿Qué me queda si se me caen las ideas?
Si se me cae la fe. La expectativa corroe, remueve lo real y no deja más que
una estela de posibilidades inciertas, de preguntas abiertas; signos de
interrogación.
Estoica, ¿Quién diría? La que nunca para
y que hoy se sienta a esperar. Cansada, desgastada y débil. Débil de ánimos y
de creencias, todo endeble, todo es polvo. Finísimo polvo de cacahuate que como
los recuerdos, se desintegra en el aire, se va.
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