Como la luz que se cuela debajo de la puerta e indica la existencia de algo más
allá de la oscuridad, que aunque cómoda, limitante.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación desfavorable
ante la resistencia a salir de ella? Saber que se está mal, no en cuanto a
parámetros externos sino en cuanto a los propios, y de alguna manera disfrutar
de la deliciosa miseria que te acobija y encierra en un universo diminuto de
posibilidades que se ven limitadas por tu propio deseo de permanecer ahí.
Genuinamente disfrutar de lo que comprendes que te hace daño,
querer el daño, amar el daño, buscar el daño a costa de que se extinga la luz
que dota de perspectiva a esa, la realidad que no estás dispuesto a
alterar. Conformidad que otorga segundos
de dicha a cambio de una eternidad en la nada, ni en el bien ni en el mal sino
en un estado de perpetua pasividad.
Agosto 21, 2013.
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