domingo, 24 de julio de 2011

Defendiendo la esencia

Muchos confunden a la fidelidad con la monogamia, y me parece pertinente mencionar que desde mi punto de vista personal, estos son dos conceptos completamente distintos. 

Ser fiel es una convicción del alma, no del cuerpo. En primer lugar se debe tener una fidelidad personal absoluta, y con esto me refiero a nuestras ideas, creencias y posturas; a todo aquello que nos define como personas, como individuos. Yo soy quien soy gracias a mi manera de pensar y actuar, soy lo que digo, soy el trato que tengo con quienes me rodean, soy lo que defiendo y a lo que me opongo. Y yo soy fiel a mi misma. ¿Que si esto me causa problemas? Claro que sí. Pero al mismo tiempo me llena de una infinita paz y tranquilidad, y eso se transmite. Al respetarme a mi misma, al no flanquear ante las diferencias me demuestro fidelidad, y por consecuencia, quiénes me rodeen lo harán de igual manera. Es una cadena. 

Sì, suena sencillo e inspirador; pero no siempre lo es tanto. Hay ocasiones en las que lo más viable es traicionarte para complacer a alguien más, y hasta cierto punto es aceptable, porque en el ceder reside la armonía. Pero por ninguna razón debe confundirse esto con sumisión, mediante la cual tu esencia resulte pisoteada por la de alguien más, con un respaldo más sólido o un mayor número de seguidores. Tus ideas son justo eso, tuyas y aunque ninguna otra alma las comparta eso no les quita veracidad o valor. Tus ideas son tu realidad y ésta es única e irrepetible. Y por esos simples motivos ya es perfecta. 

Porque aún todos digan que tu realidad es errónea, mientras exista para tí y tú le seas fiel, existirá por siempre, en la mente de quien, como tú, decide creer en ella.