viernes, 25 de febrero de 2011

El valor de la vida

 “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante” Oscar Wilde.

Y es que “vivimos” sin darnos cuenta de ello. Nos preocupamos por mil cosas más. Por el dinero, por el estatus, por las apariencias, los contactos, la crisis, el 2012, en fin… por todo menos por lo que en verdad es importante, vivir. Y cuando por fin caemos en cuenta del tiempo perdido, de los instantes irrepetibles que dejamos pasar, de cómo las cosas han cambiado ante nuestros propios ojos sin que nos percatáramos… y es entonces, que queremos comenzar a vivir. Pero, ¿es necesario llegar a tal extremo para empezar a aprovechar el precioso regalo de la vida?

“Yo nunca habría tenido éxito en la vida si no me hubiera dedicado a las cosas más pequeñas con la misma atención y cuidado que le dediqué a las más grandes” Charles Dickens.

Hay que aprender a valorar lo antes posible. Causemos más risas y menos llantos, más sorpresas y menos decepciones, más paseos en bicicleta y menos trabajo. Hagamos todo lo que siempre hemos querido hacer. Apaguemos el cerebro un rato. Menos pensar y más sentir. Eso es lo que le hace falta a este mundo, espontaneidad, alegría, emociones, vida.

Y tenemos que empezar a aprovecharla, porque en el momento menos pensado, puede terminar. Como una vez dijo John Lennon: Life is what happens to you while you are busy making other plans” (La vida es eso que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes) Y es que es cierto. Invertimos todo nuestro tiempo al estrés cotidiano y no nos detenemos a valorar el instante que se vive y que no volverá a ser.

Muchas personas ni si quiera se dan cuenta del enorme desperdicio que hacen. Se convencen a sí mismos de que son felices cuando en realidad dejan pasar tantas cosas que siempre han querido hacer por las razones más absurdas. Y Oscar Wilde lo vuelve a resumir todo en una breve frase: “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo” Y creo que es bastante conciso y certero.
¿Es lo mismo vivir y existir? ¡Claro que no! Existimos porque estamos aquí, porque formamos parte de este mundo; mientras que vivir es una elección. Decidimos cómo queremos vivir, dónde, con quién, hasta cuándo. Decidimos todo lo que a nuestra vida concierne. Mientras que la existencia nos es dada y no podemos hacer nada con ella ya que solo una cosa tenemos asegurada en cuanto a esto de vivir. Un día, ya no será así.

 “Desde el parto ya comparto la epidemia, de este síndrome de la caducidad”. Sin duda una de las mejores líneas del último álbum de Ricardo Arjona. Deja mucho qué pensar, ¿no? Un poco cruda, porque así es el autor. Desde el momento en el que entramos a este mundo, desde que comienza nuestra vida, comienza también nuestra muerte; nuestra “caducidad”. Y es así con todos los seres de este planeta. Es el ciclo de la vida que a todos nos enseñaron en segundo de primaria. Vivimos, realizamos ciertos procesos durante nuestra vida y luego morimos.

Joaquín Sabina comparte esta opinión acerca de la fugacidad de la vida y de cómo el término de la misma es algo inevitable. “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse”.

No estamos aquí para siempre. Es por eso que recalco la importancia de aprender a vivir lo antes posible. Bueno, pero si al fin y al cabo vamos a morir. ¿De qué sirve vivir maravillosamente si un día todo terminará y nada habrá importado?

No servirá de mucho en realidad, porque no se sabe a ciencia cierta qué sucede con nosotros luego de morir. Pero al menos habremos aprovechado esto que se nos ha dado sin pedir nada a cambio. La vida es una experiencia única que no podemos dejar pasar. Gocemos de los detalles más insignificantes, aspiremos a grandes cosas y logremos alcanzarlas. Nunca se puede soñar demasiado, es de ahí de donde surgen las experiencias más gratificantes, de la realización de nuestros sueños.

Tic toc, tic toc. El reloj está avanzando y nosotros ¿qué estamos haciendo? Sal al mundo. Ensúciate, llora hasta quedarte dormido, rueda en el pasto, haz todo lo que te da miedo, come cosas ricas, sonríele a quien esté triste, perdona, tómate el tiempo para reflexionar, ama con todo el corazón, atrévete a todo, no te quedes con las ganas de hacer algo. Y es que son todas esas pequeñas cosas las que hacen que a la larga, nuestra vida adquiera sentido.

Y para cerrar, la última frase del aclamado poema de Amador Nervo titulado: Vida.

“Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”

lunes, 21 de febrero de 2011

Hoy quiero vivir en un mundo rosa

Hoy quiero que todo sea perfecto.

No me quiero preocupar por la escuela ni por como me veo. Evitaré pensar que no he hecho ejercicio en dos semanas, que ya va a ser mi cumpleaños, que no he ahorrado lo suficiente, que me falta un corte de pelo, que mi querido México se está cayendo a pedacitos. No, hoy no pensaré en eso.

Hoy quiero vivir en un mundo rosa. Hoy todo será perfecto y maravilloso. Hoy no me importará si las personas me critican, me juzgan o me subestiman. Hoy voy a ser feliz. Porque quiero, no porque es lo que tengo que hacer o porque sin ello mi vida carecería de sentido alguno. 

Hoy no usaré maquillaje, sencillamente porque odio el proceso de quitarlo antes de dormir. Hoy iré a la escuela en pijama. Y quizá elija esa de las tortugitas con moñitos rosas en la cabeza. Sí, creo que sí. Porque hoy no me importa nada. 


Hoy voy a decir todo lo que piense, no me importa si mi honestidad resulta brutal o indecente. Hoy voy a comer hasta reventar. Choco Roles, Dulci Gomas, Cheetos morados... ¡lo que me encuentre! Porque hoy no es día de dietas. No, las dietas no existen en los mundos rosas. Y hoy voy a vivir en un mundo rosa. 

Hoy voy a ir al mar, sola. Y contemplaré el movimiento de las olas por horas, mientras pienso en lo maravilloso que ha sido mi día perfecto y como no quiero que se acabe. ¡Hay, qué lindo que todos los días fueran así! 

Y es entonces que me doy cuenta, ¿Por qué no podrían ser así? ¿Quién dijo que vivir en el estrés es la manera adecuada? Yo ya no me quiero preocupar, ¡Yo quiero vivir en mi mundo rosa!

¿Cuánto tiempo pasará antes de que se empiece a matizar este mundo con los tonos de la realidad?

domingo, 20 de febrero de 2011

¿Individualismo o acción colectiva?

Hay personas ruidosas, hay personas calladas. Están los que hacen de todo, pero también los que no se animan a nada. ¿Qué nos diferencia? ¿Por qué es que todos tenemos que ser tan astutamente distintos?

Se dice que no hay dos personas iguales. Y es cierto, cada quien vive su historia, y la vive a su manera. Están los que basan su vida en el fútbol. Eso es todo lo que les importa, un marcador no deseado y se acaba el mundo. Me cuesta trabajo comprender la importancia de algo que no depende de uno mismo, pero así es. Otras personas pasan años acumulando riquezas, siendo avaros, ahorrar, ahorrar, ahorrar... Eso es lo más importante. Y vaya que tienen sus razones, y son muy aceptables. No tener deudas, asegurar un futuro para los hijos, formar un patrimonio, etc. Solo no comparto esas razones.

Y como estos, hay miles de casos más. Es más, me atrevo a decir que cada persona es un caso. Todos tenemos una vida propia. Veamoslo como una novela. Cada quien es protagonista de la novela de su vida, y dentro de ella podemos encontrar todo tipo de personajes: los buenos, los malos, los que parece que no tienen importancia alguna pero que a final de cuenta siempre tienen algo que enseñarnos, los que nos sirven de guías a lo largo de la vida, los modelos a seguir, los que evitamos por miedo de convertirnos en ellos; en fin, nuestra historia se compone en gran parte de la aparición de múltiples personajes.

Dentro de esta novela propia, las etapas importantes se dividen por capítulos; unos más cortos y unos más largos, unos más divertidos que otros. Y están los que quisiéramos brincarnos porque no pintan nada bien, pero que sabemos son los más importantes. Y así se voltean las páginas de esta apasionante historia, sin saber qué pasará después pero con el contexto de lo vivido como herramienta para enfrentarnos a lo desconocido, porque por más que hayamos leído otros libros, otros cuentos o nos hayan platicado mil historias más. Nunca sabremos cual será el final de nuestra historia personal. Y no importa, porque lo bueno de todo libro es ese misterio, la expectativa de lo que podría suceder.

Y todas las historias son distintas. Tenemos que vivir la nuestra para descubrirnos a nosotros mismos. No se puede vivir una vida ajena. Somos individuos, lo cual quiere decir que tenemos autonomía e individualidad.

Hay quienes aman el betabel, hay quienes lo odian. Unos prefieren el ballet, otros el tenis. A mí me encanta estar sola y hay quienes se vuelven locos sin compañía. Dicen que el gusto se rompe en géneros y es completamente cierto. Lo que puede aterrorizar a alguien puede hacer a un niño el más feliz del mundo por un segundo.

Individuos individuales que disfrutan de su individualidad. ¡Qué maravilloso sería el mundo si todos toleráramos las diferencias! Si no hubiera prejuicios, si no hubiera distinciones. Y es que es una paradoja, porque todos somos únicos y diferentes; sin embargo somos exactamente iguales.

Sin importar el color, la raza, la ideología, los gustos, los miedos, la educación, el dinero, el peso, la altura, la cultura, el sexo, el pasado, la familia, el prestigio, la influencia, los contactos, el IQ, sin importar NADA. Todos somos personas, y tenemos la misma condición de persona. Nadie es más y nadie es menos.

Creo que tenemos que aprender a gozar de nuestras diferencias. Voltea a tu alrededor. ¿Qué es lo que ves? Estás rodeado por personas, ¿Cuántas? ¿Mil, cien, diez, una?... ¿Ninguna? Aún si no hay nadie más, estás tú. El ser humano es un ser social, necesita del contacto con otros. Entonces, ¿Por qué limitar ese contacto? Aprovechemos la riqueza cultural que tenemos. Conozcámonos unos a otros. Todos los días podemos aprender algo nuevo de alguien. Imagina qué tan rico serás si al final de tu vida te das cuenta de que fuiste una persona dispuesta a aceptar conocimiento, dispuesta a aprender.

Eso es lo importante, vivir nuestra individualidad en función con la de otros. Aprender de nosotros mismos y de los demás. Es cierto que no se aprende en cabeza ajena, cada quien debe vivir su vida y cometer sus aciertos y errores; pero siempre se puede saber un poco más ya que si hay algo que nunca está de sobra es el conocimiento.







martes, 8 de febrero de 2011

Palabras intencionadas

La verdad es que siempre he tenido una cierta afición por traducir mis pensamientos en palabras, mismas que al entretejerse se convierten en enunciados que como conjunto resultan ya sea en un texto o en una larga y acalorada conversación. Y es que siempre tengo algo que decir. Una anécdota, opinión, reflexión y una que otra idea loca. El punto es no quedarme callada, y eso me sale muy bien.

Cuando iba en secundaria, una maestra del colegio me dijo, -Es que a ti no te para la boca, tienes "diarrea verbal". Cabe decir que en su momento me ofendí por el comentario, ya que no era precisamente un cumplido; pero es la verdad y no debería sentirme mal por ello. ¿Tengo diarrea verbal? Sí, ¿y qué?

Y lo que es irónico es que todo lo que digo, es tan solo el 50% de lo que estoy pensando o sintiendo. Porque con el paso del tiempo he aprendido a utilizar algo llamado prudencia (aún no soy una experta en la materia). A veces quisiera que todo fuera más fácil, poder decir todas y cada una de las ideas que transitan por el torrente de mi mente. No quedarme con las ganas de decir nada. Que no hubiera consecuencias, que lo que otros opinaran de mi propia opinión no tuviera significado en mi. Pero no es así, y para eso tiene que haber una razón. Uno no puede simplemente escribir por escribir, hablar por hablar. Tiene que generarse una respuesta a todo lo que decimos. Si no, ¿Qué caso tendría?.


Hablamos, hablamos y hablamos. Todo el mundo habla, todos tenemos algo que decir. Una postura que defender, una queja, una crítica, una felicitación, opinión, lo que sea. Si algo sobra en este mundo son las palabras. Lo que falta son personas que escuchen. Estamos tan absortos en nuestros propios pensamientos que nos olvidamos que formamos parte de un todo. Un todo que requiere de la acción colectiva para funcionar.

Pero a nadie le importa, vivimos pensando en nuestro propio bienestar y nos disponemos a obviar lo que sucede alrededor. Mientras no nos afecte directamente, no importa. El problema es que todo afecta directamente. Aunque la situación de otros o de nuestro propio mundo parezca aislada a nuestras vidas no es así. Todo repercute de una u otra manera y en diferentes escalas; pero repercute.

Es por esto que no podemos dejar de hablar. No sirve de nada quedarse callados. Quizá con ello evitemos conflictos, prejuicios y críticas; pero en un plano más amplio, el que calla permite. Permite que las cosas sigan igual, que nada mejore, que no exista un progreso y que las metas sigan incumplidas. El silencio solamente genera más silencio, y lo que se requiere es ruido, disturbios, escándalo, manifestaciones, discursos, ideas, discusiones.

Hace falta gente que hable y gente que escuche. Porque las voces en silencio no son nada y los oídos sordos solo crean confusión.