domingo, 20 de febrero de 2011

¿Individualismo o acción colectiva?

Hay personas ruidosas, hay personas calladas. Están los que hacen de todo, pero también los que no se animan a nada. ¿Qué nos diferencia? ¿Por qué es que todos tenemos que ser tan astutamente distintos?

Se dice que no hay dos personas iguales. Y es cierto, cada quien vive su historia, y la vive a su manera. Están los que basan su vida en el fútbol. Eso es todo lo que les importa, un marcador no deseado y se acaba el mundo. Me cuesta trabajo comprender la importancia de algo que no depende de uno mismo, pero así es. Otras personas pasan años acumulando riquezas, siendo avaros, ahorrar, ahorrar, ahorrar... Eso es lo más importante. Y vaya que tienen sus razones, y son muy aceptables. No tener deudas, asegurar un futuro para los hijos, formar un patrimonio, etc. Solo no comparto esas razones.

Y como estos, hay miles de casos más. Es más, me atrevo a decir que cada persona es un caso. Todos tenemos una vida propia. Veamoslo como una novela. Cada quien es protagonista de la novela de su vida, y dentro de ella podemos encontrar todo tipo de personajes: los buenos, los malos, los que parece que no tienen importancia alguna pero que a final de cuenta siempre tienen algo que enseñarnos, los que nos sirven de guías a lo largo de la vida, los modelos a seguir, los que evitamos por miedo de convertirnos en ellos; en fin, nuestra historia se compone en gran parte de la aparición de múltiples personajes.

Dentro de esta novela propia, las etapas importantes se dividen por capítulos; unos más cortos y unos más largos, unos más divertidos que otros. Y están los que quisiéramos brincarnos porque no pintan nada bien, pero que sabemos son los más importantes. Y así se voltean las páginas de esta apasionante historia, sin saber qué pasará después pero con el contexto de lo vivido como herramienta para enfrentarnos a lo desconocido, porque por más que hayamos leído otros libros, otros cuentos o nos hayan platicado mil historias más. Nunca sabremos cual será el final de nuestra historia personal. Y no importa, porque lo bueno de todo libro es ese misterio, la expectativa de lo que podría suceder.

Y todas las historias son distintas. Tenemos que vivir la nuestra para descubrirnos a nosotros mismos. No se puede vivir una vida ajena. Somos individuos, lo cual quiere decir que tenemos autonomía e individualidad.

Hay quienes aman el betabel, hay quienes lo odian. Unos prefieren el ballet, otros el tenis. A mí me encanta estar sola y hay quienes se vuelven locos sin compañía. Dicen que el gusto se rompe en géneros y es completamente cierto. Lo que puede aterrorizar a alguien puede hacer a un niño el más feliz del mundo por un segundo.

Individuos individuales que disfrutan de su individualidad. ¡Qué maravilloso sería el mundo si todos toleráramos las diferencias! Si no hubiera prejuicios, si no hubiera distinciones. Y es que es una paradoja, porque todos somos únicos y diferentes; sin embargo somos exactamente iguales.

Sin importar el color, la raza, la ideología, los gustos, los miedos, la educación, el dinero, el peso, la altura, la cultura, el sexo, el pasado, la familia, el prestigio, la influencia, los contactos, el IQ, sin importar NADA. Todos somos personas, y tenemos la misma condición de persona. Nadie es más y nadie es menos.

Creo que tenemos que aprender a gozar de nuestras diferencias. Voltea a tu alrededor. ¿Qué es lo que ves? Estás rodeado por personas, ¿Cuántas? ¿Mil, cien, diez, una?... ¿Ninguna? Aún si no hay nadie más, estás tú. El ser humano es un ser social, necesita del contacto con otros. Entonces, ¿Por qué limitar ese contacto? Aprovechemos la riqueza cultural que tenemos. Conozcámonos unos a otros. Todos los días podemos aprender algo nuevo de alguien. Imagina qué tan rico serás si al final de tu vida te das cuenta de que fuiste una persona dispuesta a aceptar conocimiento, dispuesta a aprender.

Eso es lo importante, vivir nuestra individualidad en función con la de otros. Aprender de nosotros mismos y de los demás. Es cierto que no se aprende en cabeza ajena, cada quien debe vivir su vida y cometer sus aciertos y errores; pero siempre se puede saber un poco más ya que si hay algo que nunca está de sobra es el conocimiento.







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