martes, 13 de marzo de 2012

El viaje

Le tiemblan las manos, con ojos vidriosos mira a su alrededor buscando respuestas y lo único que puede ver son luces. Tan brillantes que lo ciegan e impiden que vea su camino. Tambalea por las calles sin rumbo y torpemente, choca con un sujeto desconocido, no reacciona, se desploma en una banca a esperar. Pero ¿qué espera?. Un camión se detiene frente a él, Jorge lo ve, o al menos eso intenta pero no logra distinguir de entre las sombras. Permanece ahí por lo que parece ser más de una hora. Alguien le habla, se esfuerza por comprender lo que le dicen y sólo consigue rescatar una frase: "Es la última ronda, ¿te subes?". Mira hacia arriba y se topa con un cielo negro sin estrellas, iluminado únicamente por las luces de la gran ciudad, semáforos, oficinas que aún no han cerrado y autos, tantos autos que transitan por las calles, que las saturan e impiden caminar. Autos deportivos, autos lujosos, autos grandes, chicos y autos ostentosos. Tal parece que se adecuan a la personalidad de cada persona, o refuerzan esa identidad construida por cada quien de lo que se gustaría ser. 

Sube al camión. Un pie y luego el otro, se sujeta del barandal con una mano y con la otra busca en sus bolsillos. No sabe qué puede haber ahí dentro. Ha pasado tanto tiempo desde que dejó de realizar esas actividades mundanas, que otorgan de cotidianidad al día a día que su mente se ha dejado de preocupar por banalidades como dinero para el camión o si ya se estrenó en el cine aquella película que había prometido ir a ver. El conductor lo observa con una mezcla de lástima y desesperación, con una seña le indica que no hay problema que tome un lugar. Prisa por llegar a su casa con su mujer, quizá alcance a ayudar a los niños con su tarea antes de que llegue su hora de dormir. La prisa es algo que Jorge dejó de percibir hace mucho tiempo, no hay necesidad de apresurar nada, al fin y al cabo no se dirige a ningún lado, nadie le espera. 

Hace lo que se le ha pedido, elige un asiento al final del camión, en la ventana. Mira a través de ella, nuevamente se nubla su visión por la luz, y por todos esos recuerdos que no consigue evadir; por la culpa de no haber hecho algo más. Entre un sinfín de imágenes que transitan por su mente, descubre una lágrima que ha llegado a la comisura de sus labios. Una única lágrima que manifiesta todo su dolor. El camión se detiene, sube una pareja que lo ve con recelo, se sientan apartados de aquél hombre que transmite una enorme desdicha y pesar. A final de cuentas nadie nunca quiere compartir la tristeza, solemos hacerlo por compromiso, amor, empatía o culpabilidad; pero no nos gusta. Jorge se encuentra solo. Es acompañado únicamente por los recuerdos de lo que algún día fue su vida. Ha decidido no hacerse más daño soñando con lo que pudo ser, con todos los planes truncados; hoy su vida se resume a este instante en el camión. 

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