viernes, 5 de octubre de 2012

Complicidad



Letras que escriben, que casi hablan. ¿Y si les dibujo una boca? No. Perderían su valor. Cualquiera las podría comprender, se tornarían sencillas, huecas. No me gustan las letras convencionales, comerciales. Mis letras dicen mucho de mí. Desde la suave manera en que las plasmo en papel, con cariño, despacio como si me aterrara despojarme de ellas. Las dibujo con cautela, una-por-una. Con la dedicación que se merecen; uno nunca sabe hasta dónde llegarán, hay que ponerlas bonitas, engalanadas y soberbias a estas letras mías. Cada una es una extensión de mi persona, mi representación en un papel así que hay que elegirlas con cautela (ven ese conjunto ya tuvo su momento) precisión.

Podría parecer que una letra no dice nada por sí misma. Pero ¿Qué tal en grupo? Ah, las palabras nacen de ellas. Palabras que ríen , que platican, cuentan, confían, describen, juegan, engañan y hieren. Una palabra puede tener mil y un implicaciones. Son atributos que les otorgamos y que de manera inconsciente nos remontan a algo que quizás a nadie más le haga sentido, o al menos no el mismo que a ti. Y esto es completamente personal, subjetivo y vinculado a nuestras propias memorias y significaciones; algunas compartidas únicas e irrepetibles.

Mis letras cuentan la historia que aún se escribe, lo que pasa con cada movimiento de las manecillas, con cada hoja que cae y que luego cruje al ser pisada en el jardín. Veo imposible recrear un momento; porque aunque se representen los sucesos y el entorno no hay expresión suficiente para el sentir que pertenece a ese momento. Para eso tengo a las letras que me ayudan a plasmar mi sentir, de manera que permanezca con la ilusión de un día volverlo a vivir, en otro momento.


No hay comentarios: