domingo, 15 de julio de 2012

Amar a probaditas


Siempre tuve esas probaditas de amor. De manera que sí sabía de qué se estaba tratando; sin embargo nunca lo viví en primera persona. Estuve ahí y me di cuenta de todo el proceso del enamoramiento, sus fases, su evolución y su fin hasta caer en la rutina y el hastío. Pero nunca lo sentí. Quise convencerme de que sí lo hice, y hasta cierto punto a lo mejor efímero sí pude haber estado ahí. Pero fueron probaditas, nunca más. Pequeñas salpicadas de esa magia que acelera el corazón y te hace permanecer ahí, en espera de un día recibir la grandiosa recompensa a una vida de pacientemente conformarse con el mínimo. El resultado fue la construcción de una idea: el amor es eso, probaditas de perfección que se esfuman en el aire, volátiles, intangibles y pasajeras. Su frecuencia fue disminuyendo conforme aumentó el tiempo, el cansancio, la apatía y la distancia. Poco a poco esas probaditas se fueron transformando en un recuerdo vano y confuso, tanto que llegué a dudar de su existencia remota. ¿Qué tal que nunca pasó? ¿Qué tal que nunca lo sentí? el amor.

Y así como todo empezó un día se fue, sin mayor aviso ni precaución. Sin un letrero que le avisara a tu mente que el corazón se declaró en huelga, ya no está dispuesto a obligarse a sentir. No se vale. Si no es algo que se desea con el alma, ¿por qué insistir? Uno no puede forzar lo que no es. No podemos inventar algo que no está ahí. Engañar al corazón es imposible, es como hacerle creer al sol que está obligado a dotar de vida y calor a otro sistema, otra galaxia que carece de relevancia alguna.

Hasta que un día te quitan la venda de los ojos, la manta rojinegra de huelga que estaba ocultando al corazón desaparece. Abres el alma y la mente a una nueva posibilidad que va en contra de todos tus principios, aquellas verdades que dabas por absolutas de pronto resultan absurdas, amar no es tener acceso a esos instantes que te hacen seguir ahí, en ese camino previamente trazado para tu transitar. No. ¿Cómo por qué debería ser así? Amar es entregarse, dar un salto al vacío sin si quiera pensar en la caída, en el golpe; eso no existe en el amor. Se trata de vivir, de compartir, de arriesgarse sabiendo que no hay nada que perder y todo por ganar, ya has ganado, estás ahí. En ese punto en el que volteas hacia atrás sólo para darte cuenta de cuán vacía era tu vida antes de hoy. Amar es poder ver en una sola dirección. Y no es hacia delante, ni atrás sino a un lado para contemplar a esa persona que camina junto a ti sin importar el rumbo, quizá sin sentido alguno más que el de simplemente disfrutar el viaje, ese tan anhelado momento en el que dos senderos chocan y se convierten en un camino. Hoy me doy cuenta que amar es eso, un vuelco de dicha que regocija al corazón y le dota de fe y una infinita dosis de serenidad al saber que por fin ha encontrado una razón para seguir latiendo y nunca, nunca parar. 

1 comentario:

yescanauta dijo...

Roberto Benigni me recuerda a esta entrada. Que ya tienes una buena porcion de razon y con esta idea, se hace mas llevadera la vida.