lunes, 18 de marzo de 2013

Cuerda Floja


Extiende los brazos, no mires hacia abajo; nunca mires hacia abajo. Cabeza erguida y todos tus pensamientos dirigiéndote hacia delante. Ideas que como magnetos te jalan hacia abajo, tu mantén esa tan rígida postura, la que nadie tiene pero todos buscan.

Casi llegas, piensa todo lo que te trajo hasta aquí, bueno y malo. Pero no te detengas, puedes caer y recuerda, aquí no hay escaleras. Te duelen los pies, el alma y el recuerdo. Frente a tus ojos dos imágenes que se superponen, lo que dejó de ser y lo que es más no comprendes, no controlas. Y lo que mueres por ver, lo que será; a eso no tienes acceso, quizá es para tu bien, te distraería y perderías el equilibrio.

Sobre ti hay nubes que reflejan los mil y un colores de este el ocaso del hoy, quisieras contemplar esa danza de color, de formas y espectros que tu imaginación crea a partir de lo que un día dibujó esa sonrisa en tu rostro, o empujó lágrimas inocentes al precipicio de pestañas que teñidas de negro dejan un rastro sobre la planicie de pecas diminutas que dan personalidad a ese rostro, hoy tan ansioso y exhausto a la vez.

Mantén la vista al frente, lleva contigo lo vivido, lo que deseaste y no tuvo lugar para cumplirse, todo lo que un día te hirió, no lo dejes porque eso sería suprimirlo y el sufrimiento no habría servido de nada. Llévalo pero no como carga sino a manera de impulso, propulsor hacia lo que será, conviértelo en ese motor que encienda las fibras más sensibles de tu cuerpo, que te lleve a conseguirlo. Todo eso que te faltó.

¿Qué hay debajo? Verdaderamente no tiene importancia, te dije que no miraras. Quizá nunca lo sabrás, quizá sí. La gravedad es una fuerza, irónico que siempre sea la debilidad lo que nos lleve hacia abajo y nos impida admirar la belleza de las nubes que incandescentes remiten a un frío atardecer en que diste cuenta de la magnitud de todo esto, del estar vivo. 

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