sábado, 3 de noviembre de 2012

40º de alcohol y una fábrica de vidrio soplado



Día 47

Ugh, babas otra vez. Estoy harto. ¿Qué la gente no puede simple y sencillamente ingerir el líquido sin tener que depositar casi la misma cantidad de saliva en mí luego de hacerlo? Parece que no. Noche tras noche debo soportar no sólo el contacto con cientos de labios desconocidos sino que también me toca servir de receptáculo para sus desagradables fluidos corporales.

¡Ay no! Ya vienen de nuevo.

–¡Salud!

Vértigo, mareo, huellas dactilares y más babas. A veces me gustaría ser algo más que un medio de transporte del tequila; aunque me ha tocado Ron, Whisky y hasta Vodka. Sí, soy un caballito. Uno de esos pequeños vasitos de cristal que arduamente trabajamos en embriagar a la gente. Y así pasa mi vida. Noches agitadas y días enteros reposando en alguna cubeta llena de agua con cloro y jabón con un aroma lima-limón.

Día 102

Tenía mucho tiempo sin escribir y pido una disculpa por ello. Es que tanto ha cambiado desde mi última noche en el bar. Ese día una chica un tanto romántica decidió esconderme en su bolso luego de que el joven a dos mesitas de distancia me mandara como obsequio con el mesero. Desde entonces, vivo en la repisa más alta de un cuarto rosa y con paredes tapizadas de fotografías, con cuadros y palabras. La verdad es que desde que estoy aquí me aburro; nadie me hace caso más que una señora regordeta que con audífonos puestos y poca entonación, viene en las mañanas a sacudirme y limpiarme el polvo al igual que a los otros dos objetos con que comparto este minúsculo espacio de madera barnizada.

Día 117

Hoy Sofi se enojó muchísimo con Marco. Lleva toda la tarde llorando. Cuántas ganas me dan de ir y darle un abrazo. Porque a pesar de no tener extremidades, en el bar solía ver cómo cuando una mujer llora, las demás se le acercan con brazos extendidos, más tequila y frases como “Yo siempre supe que él no era el bueno”. O “Él se lo pierde, nos tienes a nosotras”. Nunca entendí ese afán de querer reemplazar una cosa por otra. Pero bueno, volviendo a Sofi. Creo que nunca había visto a una niña tan desdichada. Ojalá mejore pronto. Me gustaría ayudar; ni me importaría contener sus babas y mocos con tal de que algo le hiciera sonreír como antes, aunque fuera el grado de alcohol del líquido que me tocara contener.

Día 120

No sé ni para qué registro lo que pasa. ¿Cuál es el punto? Nada va a cambiar sólo porque yo comparta las cosas. Aún así, no logré nunca aprender a ser de esos que se quedan tranquilos viendo cómo a su alrededor todo pasa. De cualquier manera creo que los hechos son irrelevantes. Hoy ya no habito la repisa más alta del cuarto rosa. Estoy en una caja de cartón en lo que parece ser la banqueta de una importante avenida (siempre escucho cláxons, el rechinar de llantas al ser obligadas a frenar y de vez en cuando una que otra sirena de policía o ambulancia). Hoy o mañana debe pasar el recolector de materiales reciclables; oí a la mamá de Sofi decirle a su pequeño hermano que tenían que sacar la caja que comparto con cientos de otros cristales rotos y una que otra cerda de escoba plástica a la calle para que la llevaran a la fundidora.

Así es, me van a reciclar. Dejaré de ser yo para compartir esencia con miles de desconocidos y formar parte de algo nuevo. No sé si todo esto me recuerda a la resurrección hindú o a Frankenstein.

Día 128

Montoncitos azules, rojos, amarillos y verdosos. Así nos clasifican. Yo como no encajo en ninguna gama de colores he sido apartado para esperar que se junten suficientes “piezas” transparentes. Cruel. Ver como poco a poco las pilas coloridas se van achicando hasta que los sobrantes son tan pocos que son enviados de regreso a una caja, como yo, a esperar.

Día 140

Ya, ¿No? Es injusta la tortura, la soledad que me hace olvidar cualquier pasado en que mi existencia fuera funcional. Hoy me descubro extrañando el ardor del tequila, las huellas pegosteosas que me dejaban marcado hasta por días. Confieso extrañar hasta las babas de todos aquellos desconocidos que sin pensarlo se insertaron en mi historia. Melancolía que me orilla a pensar en cómo uno puede en un instante perder su relevancia, su quehacer en este mundo por el que lo damos todo pero que ni se percata de la ausencia.

Día 150

No sé si volveré a escribir. Tengo miedo, no tiene caso ocultarlo. Aún me cuestiono el porqué de las cosas. Si tan solo Sofi hubiera arrojado al oso de peluche tan horrible y cursi, ese que reproducía una pegajosa melodía al presionarle el corazon﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽onarle el corazojado al oso de peluche tan horrible y cursi, ese que reproduclo damos todo pero que ni se percata de lón de tela que tenía cosido al pecho. Si tan solo Marco no hubiera hecho lo que sea que hizo enfadar tanto a esta pobre niña. O mejor aún, si nunca me hubieran usado de obsequio, de invitación a lo formal, al cortejo y la pseudo caballerosidad. Pero hoy ya no queda nada. Ni si quiera las ganas de querer volver.

Afortunado que soy de haber logrado lo que poco; huir de lo cotidiano, sacrificar la vida por instantes de euforia que otorgan sentido a los actos más banales. Me esfumo sabiendo que lo hago siendo más de lo que fui, de lo que si quiera creí poder ser. Me llevo conmigo todo lo que he aprendido, lo sufrido y lo que hoy y siempre me hará reír. Esa esperanza vacía en que un día, que siempre parece muy lejano, las cosas mejorarán.

Día 1

Envuelto en papel de puntitos blancos y rojos hoy recibí un paquete anónimo; y eso que no es mi cumpleaños ni fecha especial. Era una caja con un caballito de tequila. ¿Creerá que soy alcohólica? Adjunta viene una nota “para que te ahogues a gusto”. ¿Literal o en metáfora? Y es que me es tan atinada esa modificación a la frase, es verdad que me ahogo en el mínimo. En caballitos de tequila.

No hay comentarios: