viernes, 23 de noviembre de 2012

Hojas secas. Entorno que se resquebraja



Sociedad que cambia a cada instante, la realidad del hoy no es la misma que la de ayer. Todo cambia, constante evolución que nos permite habitar distintos espacios, situarnos en un punto y verlo destruirse para luego regenerarse en algo más; distinto a lo que fue y a lo que algún día aspiró ser.

Metas a corto, mediano y largo plazo. Siempre me ha costado trabajo el lograr ver más allá del hoy de manera objetiva. Parece fácil pero tendemos a imprimir nuestros deseos y temores en nuestras predicciones del futuro. La verdad es que la incertidumbre abruma, el no saber lo que puede suceder al levantar el pie del suelo e intentar dar un paso al frente. Cinco años después de graudarme, seis años a partir del día de hoy. Fronteras diluídas, inmediatez que nos llevará a olvidar esa buena costumbre de saber esperar, paciencia.

Planeta que sigue girando, un poco más aprisa quizá, o al menos así parece. México cambiando de gobierno una vez más, primero de diciembre que nos recuerda la importancia de una democracia activa. EEUU aún creyendo llevar la batuta de esta orquesta desterritorializada. En seis años puedo imaginarme un hábitat desolado (sí, hábitat pues a final de cuentas somos una especie y el mundo nuestro hogar) y una mentalidad derrotada. Me gustaría poder pensar en cosas buenas, positivas y alentadoras pero es que tan sólo mirar afuera de la ventana me remonta a ideas fatalistas, tal parece que todo se derrumba. Claro que debe ser un mundo más consciente, pero ¿De qué sirve la consciencia sin acción, de qué sirve cuando ya es demasiado tarde?

Y es que para pensar en el mundo del mañana hace falta mirar. Izquierda, derecha, arriba y abajo. ¿Qué hay hoy en nuestro entorno? ¿Cómo es que lo vivimos? Sociedad abatida y que se ha dejado llevar. Como aquella señora que unas vacaciones subió 10 kilos y nunca los pudo bajar, hoy pesa 30kg más de lo deseado pero ya no le incomoda, lo asumió y ha aprendido a cargar con ellos, viéndose en el espejo cada mañana y aún sin gustarle el reflejo, sabiendo cómo cambiarlo pero siempre optando por la evasión. Desarraigo, desensibilización y profunda indiferencia. No sentirse parte de nada y al mismo tiempo con todos los derechos de criticar al que desde nuestro punto de vista “obra mal”. Egoísmo, materialismo capitalizado en el que todos podemos tener un iPhone pero nunca traemos una moneda de cinco para la niña que vende mazapanes en el semáforo. ¿Qué nos pasó? ¿O acaso siempre fuimos así y no lo habíamos notado?. Doble moral, hipocresía, falsedades y pretensiones. Querer ser parte del todo olvidando la belleza que reside en la individualidad. Pasarela de modas los domingos en misa de ocho, el chisme a todo lo que da mientras el padre da lectura de una Biblia de la que pocos conocen y muchos alardean.

Oportunidades que se basan en contactos, conexiones hechas aún antes de nacer por el simple hecho de portar un apellido que diga mucho más de lo que sus letras indiquen. Pero también tenemos, SOMOS una sociedad que se está dando cuenta del entorno, de lo que le sucede y de las repercusiones que tienen las acciones de pocos y de muchos. Ganas de hacer un cambio, de generar impacto, trascender y destacar por la diferencia; de dejarlo todo atrás y trazar un camino basado en méritos personales. Pero de ganas no se vive, falta ejecución de ellas, organización. Voltear una vez más a los lados y darse cuenta de qué tan iguales somos y cómo a pesar de lo que nos difiere seguimos siendo un yo colectivo, parte de una gran esfera cuyo bienestar es sólo nuestro y no responsabilidad de unos cuántos con traje Armani y tarjetas membretadas.

Y sí, todo esto incide en nosotros mismos y en las personas que nos estamos por convertir. Yo. Comunicóloga idealista con nociones rosas de una realidad percudida; querer hacer un cambio, querer repercutir, querer, querer, querer. Contar historias que acerquen a la realidad desde adentro, mostrarla desnuda y burda que al fin y al cabo así es. Yo no quiero que me callen o que lo intenten si quiera. Filtro de lo que hay allá afuera. Mente que procesa materia prima y la convierte en un nosequé supuestamente agente de cambio. Sí, sí, todo muy bonito hasta que topamos con pared. Problema que surge de la falta de oportunidades, del desinterés social, de la falta de participación, de la irrelevancia de los medios, de la falta de confianza, de la mediocridad, de la meritocracia…

Quehacer profesional truncado por mi entorno, encontrar la manera. Generar la vía alterna, salirse de la caja y hacer lo que pocos: pensar. Pensar en lo que se busca conseguir, lo que lo impide y la manera en que se logrará. Porque de que se puede, se puede. Sí, existen muchas limitantes que nos harán más difícil la resolución de nuestro proyecto pero eso no significa que debamos dejarnos caer.

Desarrollo profesional. De-sa-rro-llo. Poco-a-poco. Paso-a-paso. Despacio, tomando pausas para ir analizando el desenvolvimiento de los hechos, de las acciones que se ejecutan y su función. Son muchas las habilidades que se deben tener y generar para aventurarse en éste nuestro mundo real. Yo lo pienso como si empacara una maleta para una excursión de la cual no sé si un día vaya a regresar; quizá lo haga pero de ser así una cosa es segura, la misma no voy a ser. Como profesionista me doy cuenta que debo llevar una GRAN dosis de objetividad, no dejar que el entorno y lo vivido alteren mi percepción de lo que en verdad se suscita; criterio que me permita discernir entre lo que aunque distinto, aceptable y lo que “de plano nomás no”. Y este criterio es personal, basado únicamente en mí misma y mis nociones sobre lo que es y lo que busco que sea. Capacidad de análisis y nociones etnográficas que me ayuden a trazar el camino a seguir, mantener metodología y orden en mis ideas, lo que descubro, aprendo y cómo utilizarlo para llegar a algo más, a decir lo que no se ha dicho con una palabra precisa que demuestre lo que hay allá afuera.

Y en lo personal, con mi estatus de ciudadana es imprescindible empacar sensibilidad. Herramienta con que cuento desde que a los siete años leí El Principito y lloraba por aquella rosa roja. Y aunque contradictorio, una gruesa capa que me protega de sentir de más, de dejarme llevar por mis emociones y perder de vista los objetivos que yo misma me he planteado y me ayudarán a lograr mi gran cambio, mi incidencia en un mundo real.

Cerrar los zippers, un brazo, luego el otro. Y aparentemente ya estoy lista, si es que un día podría llegar a estarlo. ¿Cómo? El método a seguir aún no lo tengo bien planteado aunque sé que debería hacerlo pronto de manera que todo esté arreglado a tiempo. ¿Existe un tiempo? Prepararse para lo inesperado. Cambio social desde mi trinchera, lucha por hacer ver la igualdad que se oculta tras las diferencias. Hacer notar la belleza que nos rodea y que muchas veces pasamos por alto y simplemente asumimos que siempre estará. Idealista, lo he dicho. ¿Valores? No pongo mucha atención al análisis de los valores en los cuales sustento mi quehacer en el mundo y mi plan de acción para ejecutarlo de manera participativa. Ante todo honestidad; conmigo misma y mi proyecto así como con todos los conejillos de indias que les toque coincidir conmigo. Honestidad y coherencia entre lo que se siente, se piensa, se busca, se hace, se desea y se espera de otros. Si hay algo de lo cual confieso carecer es de tolerancia, y me desquicia admitirlo pues comprendo la importancia que esta pesada palabra tiene sobre nuestra actualidad y sobre mis propósitos personales y profesionales. Tolerar todo aquello que me impacta, me lastima y no me deja ver más allá. Y cabe aclarar que tolerar no es lo mismo que “aguantar” o hacer como que “me vale madre”. Tolerar es genuinamente aceptar lo que a pesar de distinto, válido y digno de respetar.

No voy a hacer una lista de todos los valores que como “buenas personas” deberíamos aplicar en nuestra vida cotidiana y en nuestro futuro profesional porque no creo en eso, todos nos regimos por distintos parámetros y aunque hay muchísimos valores que considero parte de quién soy también los considero hasta cierto punto irrelevantes.

Buscar establecer relaciones, vínculos con mi entorno y las personas que como yo ven más allá de lo que se muestra, con quienes se toman el tiempo y la molestia de meditar sobre lo que está mal desde su cabeza y la manera en la que invertirán neuronas, sudor y muchos pesos en tratar de remediar al menos en pequeña escala. No estoy diciendo que voy a cambiar el mundo, ¿Qué si me gustaría? Claro pero es entonces cuando saco mi shot de realidad de la mochila, me lo tomo y me doy cuenta de que acciones que aunque pequeñas, concretas y completadas pueden generar más que una intervención masiva que deje las cosas igual o peor.

Hace falta situarse en el tiempo y espacio que se habitan, abrir los ojos y preguntarnos cada día hacia dónde vamos y si en verdad seguimos en el mismo camino o si hemos optado por una vereda menos transitada pero que sabemos nos implicará un reto mayor que la carretera cuatro carriles con concreto hidráulico. 

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