viernes, 30 de noviembre de 2012

Cierre de cursos y apertura de ventanas


Reflexionar. Re-fle-xio-nar. Contemplar todos y cada uno de los pliegues del papel tapiz que nos envuelve en una realidad a la que no pedimos pertenecer pero que es lo que se tiene. Cerrar los ojos, pero no por un segundo, más; hasta llegar a ese punto en que sientes que se mojan, que descansan los párpados y aprecian ese instante de gozo en que la labor de ubicación y análisis recae en los demás sentidos. Ojos que de no ver nos abren la puerta a algo más, a esa alternativa realidad de nuestro mundo.

Crecer, darse cuenta de cuánto cambió así de pronto y sin que le prestaras gran atención. Hoy no eres la misma que hace seis meses, o si quiera dos o quince días. Crecer, madurar, nociones que nos indican el paso del tiempo y nuestro transitar por él. Como flotando, brincando sobre las nubes de esos sueños que siempre hemos tenido pero por los cuáles nunca hicimos gran cosa. 1-2-3 ¡Brinca! no te vayas a caer; pero si te caes no pasa nada, eso es algo que siempre te dijeron pero que por primera vez pones en práctica. Perderle el miedo al dolor al comprender que su existencia dota de hermosura a todo lo demás. Hoy te das cuenta de muchas cosas que antes diste por hecho.

Metacognición. Voltear a tu alrededor y situarte dentro de él, consciencia sobre la propia consciencia y el estar ahí. Ideas que circulan tu mente como esa primera vez que manejaste por una glorieta y al no poder salir de ella diste cuatro o cinco vueltas a su alrededor hasta que por fin te armaste de valor y diste un salto al vacío; lección que demuestra eso de que las oportunidades no llegan, se buscan y que de dejarse ir no vuelven.

Veintiún años, no veinte ni veintidós. A un año de terminar mi licenciatura, ya con ganas y planes de lo que sigue. ¿Otra carrera? ¿Maestría? Querer comerme el mundo con la avidez con que devoras palomitas en el cine, o el último bocado de ese pastelito de chocolate antes de que vengan a pedirte una mordida. Gustarte, satisfacerte y enamorarte de ti. Tan importante que es siempre lo que proyectamos, el “caer bien” a los demás, ser aceptados y queriendo o no, encajar. En los últimos meses he aprendido a caerme bien, a hablar sola como siempre lo he hecho pero ahora diferente, como lo haces con una amiga con quien eres brutalmente honesta pero con amor. Amor, amor, amor. Tan desdibujada esa noción idílica de encontrar a ese alguien que represente todo lo que por ti mismo no puedes conseguir. Lo veo mejor que eso, encontrar en alguien todas las actitudes y elementos que ya tienes en ti y que quisieras potencializar. Amor como detonante de lo que llevas dentro, bueno y malo pero tuyo y de nadie más.

Individualismo colectivo. Ser parte del todo pero conservando los elementos que te identifican como el yo que has decidido crear y presentarle al mundo. Mundo que cambia a cada instante, interrelaciones que nacen y se rompen con cada presionar de una tecla en la computadora mientras relatas de manera un tanto extensa el sentir del día de hoy. Actualizarse, renovar y evolucionar ya no son prácticas optativas sino requerimientos para llevarle el ritmo a una sociedad que corre, o al menos intentarlo. Imperativo resulta abrir los ojos, quitarnos todas esas preconcepciones que nublan nuestra visión sobre lo que en verdad se suscita en la banqueta, en la fila del OXXO, en el salón de clases y en la vida de quien en el semáforo se te trepa al cofre para limpiar el parabrisas. No se trata de ir por la vida sufriendo por los males que aquejan a nuestro hoy sino tener consciencia sobre la no tan rosa ni tan gris vida de allá afuera. Personalidad analítica, emotiva y sensible que siempre me ha permitido tener una apreciación más profunda sobre las cosas, una formación académica que fomenta esto y lo hace no sólo evidente sino inevitable.

Querer hacerlo todo, empezar poco a poco al menos contigo mientras dure tu estadía. Ideal de trascendencia que aunque utópico, posible. Contradecirte todo el tiempo; satisfacción-frustración al darte cuenta de que muchas veces terminas haciendo lo que siempre etiquetaste como imposible o ajeno a tus estándares.  Hoy termino un semestre y siento empezar una nueva etapa de mayor honestidad ante mí, como lo he dicho, me siento más yo que nunca antes y eso es algo que no puedo terminar de describir, simplemente lo resumo en una palabra: dicha. 

No hay comentarios: